Abstract
En este artículo se aborda la supuesta merma en movimientos de oposición política en Puerto Rico y se propone una mirada a tres actos espontáneos, no-tradicionales de protesta social. Estos, se arguye, pasaron desapercibidos debido a la raza, género y/o clase social de los sujetos protagonistas, quienes lejos de ser reconocidos como actores políticos, representan en el imaginario puertorriqueño contemporáneo una población excedente, indeseada. Se propone aquí una lectura crítica y creativa de estos actos y sujetos con el propósito de armar un nuevo imaginario y marco interpretativo para la teoría y práctica política, de manera solidaria y esperanzadora.
Keywords: Desigualdad, Marginalidad, Oposición política, Protesta, Puerto Rico
i.
En una actividad de presentación de un proyecto comunitario en el municipio costero de Loíza para “dar voz” a los jóvenes de comunidades marginadas mediante talleres de escritura creativa, la discusión se abrió al público y de inmediato giró hacia la falta de movimientos organizados, sostenidos de oposición política en el Puerto Rico. El público, en su mayoría proveniente de los sectores más radicales dentro y fuera de la universidad, de activistas comunitarios y gente solidaria en general, se debatió por unos veinte minutos acerca de las dificultades para aunar fuerzas, motivar a personas, establecer alianzas, pasar del ciber-activismo al trabajo de base y de pensar más allá de la convocatoria para una marcha o un piquete aislado. Varios de los y las presentes intervinieron para traer a memoria lo acontecido durante la lucha contra la Marina de Guerra Norteamericana en Vieques quince años atrás, durante la más reciente huelga universitaria 2010-2011 y durante la exitosa campaña ciudadana en defensa del derecho constitucional a la fianza en el 2012. Esto con el propósito de identificar los factores que posibilitaron movilizaciones considerables de la población en el pasado reciente, y de auscultar las razones por las que estos aparentarían estar ausentes ahora. A estos fines, las y los presentes argumentaron cómo en esas instancias o bien se logró fraguar un imaginario compartido de la oposición, o se había realizado un trabajo de bases extenso, o simplemente existía un consenso acerca del “mal” a derrotar. La conversación fue algo frustrante y en extremo aburrida.
Antes de eso hubo poesía. Antes de la poesía, el fundador del proyecto comunitario habló extensamente acerca de la desinformación que existe en torno a la historia de las comunidades más pobres en el País (por qué mayúsculas?). Habló más extensamente aún acerca de sus viajes y su conocimiento en temas de pobreza, activismo y apoderamiento comunitario. Habló de su poesía y recitó un poema. En fin, de lo menos que habló fue del proyecto. Acerca de éste, lo único que recuerdo al presentador decir es que sería demasiado estúpido e irresponsable compartir la poesía de la poeta americana Emily Dickinson con los jóvenes de una comunidad negra, costera y pobre en el caribe. Semejantemente, y en relación a la discusión que se suscitó entre el público en torno al actual panorama de la oposición política en Puerto Rico, parecería ser que existe un consenso acerca de lo estúpido e irresponsable que sería imaginarnos un panorama político actual atiborrado de diversos actos de oposición que pasan desapercibidos por la mayoría. Esto porque los mismos no acontecen en los escenarios tradicionales para la protesta en el País o porque los reclamos no son articulados de formas fácilmente comprensibles por el público, o porque son escenificados por sujetos que no son reconocidos como actores políticos. En este ensayo, intereso abrir paso a la estupidez e irresponsabilidad del pensamiento en torno a la oposición política en Puerto Rico. Es decir, pecaré de iluso, de inevitablemente optimista.
“Hope is the thing with feathers”[1]. Así comienza un poema de Dickinson—tan comprensible y contundente, se me ocurre, en su natal Amherst, Massachusetts como en el municipio costero de Loíza. Sin embargo, el presentador de la actividad antes descrita insistió en que la poesía de Dickinson no tendría resonancia alguna entre los jóvenes de la comunidad que él buscaba impactar. Esto porque no compartían los mismos referentes socio-culturales. Lo que resulta a lo menos paradójico cuando consideramos que el mar ocupa un lugar prominente en el imaginario poético de Dickinson, y los jóvenes que el presentador se disponía a cautivar viven marginados por razones de raza y clase social frente al mar. Esta paradoja, se me ocurre, hace evidente un imperativo de la crítica y la creación literaria: Para abordar poesía es necesario desprenderse de presunciones con respecto a cuáles podrían ser los y las interlocutoras de un texto. Descartar a una posible audiencia para un poema significa abandonar a priori un universo inesperado de interpretaciones en torno a su forma y contenido. Esto es grave, puesto que estas interpretaciones, en muchos casos, podrían trascender los contornos discursivos del ámbito poético para asentarse en los imaginarios propios de la acción política, que a su vez dan forma e inciden directamente en el devenir de una comunidad. Dice Zizek: “Words are never only words’; they matter because they define the contours of what we can do”.[2] Añade Rancière: “If words serve to blur things, it is because the conflict over words is inseparable from the battle over things”.[3] De ahí que en materia de análisis literario, como de teoría y práctica política, resulte imperioso precisar el significado de los términos con que armamos el imaginario solitario y singular de un poema, al igual que el imaginario colectivo, dinámico de una comunidad.
Ahora bien, si se nos permitiera hurgar en y jugar con las palabras de la poeta, y al hacerlo, tomar un atajo discursivo de una discusión sobre poesía a una sobre política, podríamos decir que “protesta es cualquier cosa con esperanza”. No importa si el acto en cuestión no comparte las mismas señas y signos de las manifestaciones políticas estereotípicas. O que éste no haya sido realizado por manifestantes con una postura bien definida en cuanto a sus reclamos, o que estos incluso carezcan de la conciencia de que han incidido en el espacio público con el fin de oponerse políticamente. De acuerdo al filósofo puertorriqueño Bernat Tort, “lo político o lo ético en el arte o en el activismo no se define según la intención del artista o autor de los actos, sino por las reacciones del público, por el contexto social en que se instaura la pieza o el gesto; son los espectadores quienes le dan su sentido”.[4] Siguiendo la pista de Tort, podríamos decir que actualmente en Puerto Rico, las manifestaciones de oposición política protagonizadas por sindicatos y partidos sufren de una deficiencia de sentido en tanto y en cuanto, las mismas siguen un libreto harto conocido por el público, que las asume con relativa naturalidad. La marcha, el piquete, el cese momentáneo de labores por los y las empleadas de alguna agencia gubernamental, por ejemplo, con camisas y pancartas y consignas coreadas son presenciadas por la multiplicidad de espectadores con la certeza de que nada remotamente significativo ocurrirá. Esto porque dicho tipo de manifestación se ha vuelto parte de nuestra cotidianidad compartida y si bien podría incomodar al interrumpir el flujo regular del tráfico momentáneamente o las funciones gubernamentales durante un día normal de trabajo, lo cierto es que su escenificación regular, invariable, no comunica una amenaza real al gobierno de causar una interrupción mayor a su funcionamiento. De hecho, la repetición de las mismas, sin mayores disturbios a lo largo del tiempo, podría incluso dar fe de la estabilidad y recrudecimiento del orden imperante. Podríamos decir, entonces, que las protestas tradicionales en Puerto Rico han dejado de ser, que han devenido en otra cosa, en tanto carecen de esperanza.
A propósito de la desesperanza, el historiador puertorriqueño Carlos Pabón, en su reciente libro Polémicas: Política, Intelectuales, Violencia, señala la necesidad entre las y los intelectuales críticos de desarrollar y lanzar nuevos conceptos para armar un nuevo imaginario político que nos permita interpretar lo que nos acontece a nivel local y global. Particularmente, y ante los diversos eventos de oposición política que se han desatado alrededor del mundo, Pabón hace hincapié en la responsabilidad del intelectual de hacer las preguntas precisas—“¿resultarán estos movimientos en transformaciones radicales o se disiparán sin lograrlo?”[5]— antes de dejarse llevar por el entusiasmo y optimismo espurio que determinados levantamientos podrían provocar. Se me ocurre pues que tanto en el campo de la acción política como en el ámbito intelectual-académico actual se percibe una aparente aversión hacia esa cosa con plumas que Dickinson llama esperanza y que propongo, es un elemento esencialismo tanto para aquellos que inciden en el espacio público a reclamarle al estado de manera informal, como para aquellos espectadores críticos, que interesamos desarrollar un marco teórico apropiado para interpretar el quehacer de los y las manifestantes. Sobre todo cuando el quehacer del sujeto que protesta resulta en extremo alocado o desagradable o errático o caprichoso y el mismo toma lugar en el sitio menos adecuado, en el momento menos indicado; lo que bien podría denotar demasiada estupidez y/o irresponsabilidad de parte del actor como para catalogar su gesta como una manifestación clara de oposición política. Aquí seguimos a Rancière cuando propone:
“Politics, then, has no proper place nor any natural subjects. A demonstration is political not because it occurs in a particular place and bears upon a particular object but rather because its form is that of a clash between two partitions of the sensible. A political subject is not a group of interests or of ideas, but the operator of a particular dispositive of subjectivation and litigation through which politics comes into existence. A political demonstration is therefore always of the moment and its subjects are always precarious.”[6]
En lo que sigue posaré la mirada sobre tres actos precarios de protesta provenientes de nuestra contemporaneidad en Puerto Rico, marcadamente distintos a las protestas tradicionales y protagonizados por sujetos disímiles a aquellos que típicamente las escenifican, con el fin de, como espectador, aquilatar su contenido político. Cada uno de estos eventos recibió cobertura mediática local—dos de ellos de hecho fueron tema de conversación, parodia y debate durante varias semanas y meses—sin embargo, ninguno fue abordado por los medios o por la crítica como actos bona fide de protesta ciudadana ni mucho menos reclamados por grupos de oposición. Esto, argumentaré, se debe en gran medida al perfil demográfico de los sujetos envueltos: su raza, género y/o posición social; como también al carácter y contenido de sus reclamos. Sobre este particular adelanto una teoría de forma alocada e irresponsable: las protestas sólo son esperanzadoras cuando sus reclamos resultan incomprensibles y por tanto imposibles de atender sin transformar el entramado de entendidos sociales en una comunidad. Veamos.
ii.
SENOR GOBERNADOR LO PEOR K A ECHO ES JO… KON EL DINERODEL PUEBLO NO SIGA ASIENDO BRUTALIDADES K LE PUEDE KOSTAR LA VIDA”; “USTED ANDA EN UN 300C Y YO EN… BIEN KA… NO SIGNIFIK K NO SEA APRUEBA DE BALA NOSEA PUREKO SAKO D AKI PA METER AKA”; “Manana marcha a la 1 pm… Mi reintegro o SEKUESTRO AL K… GIBERNADOR Y K VENGA KIEN KIERA AREGLARME POR LO DICHO SE VA AMORIR ATT YO”. [7]
En diciembre 2013 el autor de este tweet—un joven padre— fue sentenciado a seis meses y medio de cárcel por un juez de la corte federal de los Estados Unidos, distrito de Puerto Rico, quien aprovechó la ocasión para aconsejarlo y advertirle de las consecuencias del mal manejo de su temperamento. El texto del tweet, apenas comprensible, fue interpretado por las autoridades que diligenciaron el arresto y por el juez que lo sentenció, como una amenaza de muerte al gobernador. Basta con decir que ningún grupo, organización o partido político se expresó en solidaridad con el convicto, ni mucho menos acogió el contenido del mensaje como propio. Esto, supongo, porque ningún grupo de oposición interesaba quedar en récord apoyando la amenaza de secuestro y muerte del gobernador. Adicionalmente, no hay nada en el tweet que remita a un conflicto eminentemente político entre el autor y el primer mandatario. De hecho, el objeto principal de la disputa parecería ser el tipo de carro que ostenta el gobernador. O más bien el hecho de que el emisor, suponemos, no tiene uno comparable o que simplemente no tiene vehículo propio. Es decir, se trata de un asunto de mera envidia, producto seguramente del consumerismo rampante que por décadas ha arremetido contra la fibra moral de nuestra ciudadanía; de esa pulsión que sienten miles de individuos por tener más, haciendo menos. O, lo que es peor, tomando en cuenta el lenguaje empleado, se trata de la pulsión de tener más, a toda costa, no importa a quienes se les haga daño.
Esta lectura, se me ocurre, resultaría ser la más lógica y quizás hasta más acertada. Partamos, sin embargo, desde la estupidez e irresponsabilidad del pensamiento y digamos, en cambio, que se trata de una diferencia de estatus social y/o poderío económico que el emisor interesaba resaltar—sumada a un aparente disgusto con el uso del fondos públicos— lo que lo motivan a comunicar su frustración en las redes sociales. El problema, claro, es que uno no tiene derecho a desahogarse de esa manera—las amenazas de secuestro y muerte no son expresiones protegidas constitucionalmente. No obstante, ante el desenlace de esta historia, y visto desde una perspectiva de criminología crítica, uno bien podría argumentar que seis meses y medio de cárcel por un tweet resultan en extremo punitivo para lo que a todas luces no fue más que un desafortunado desahogo producto de un aparente desasosiego con el lugar que el emisor ocupa en el mundo en comparación con aquel ocupado por nuestro gobernador. Pero, qué tal si en vez de hacer una apología al autor del tweet, consideramos las posibilidades de acoger su reclamo y solidarizarnos con su expresión.[8] Para ello habría que, en primer lugar, tomar conciencia de la severa desigualdad social y económica que existe en Puerto Rico.[9] Luego habría que potenciar otra lectura de lo acontecido en corte. ¿Qué tal si en lugar de una sanción penal impuesta sobre el autor de una expresión que cumple los requisitos del delito de amenaza, se haya castigado al emisor por abrir un horizonte de acción política imprevisto e impermisible para el Estado ante la severa desigualdad social y económica en la Isla? Es decir, ¿acaso el carácter ofensivo del tweet no radicará en la aparente negativa del emisor a acoger y asumir la desigualdad como una realidad social a la cual cada individuo se debe atener? Visto de esta forma, el texto es punible en tanto amenaza con el desarrollo de un subjetividad política que contempla acciones violentas, descabelladas, como respuesta a la inequidad en nuestra sociedad. Su tweet entonces es una invitación al público a considerar si en efecto la brecha entre ricos y pobres en el País es lo suficientemente grave como para que un individuo cualquiera tome las armas y cometa una locura. Más importante aún, el tweet—y la posible incomodidad que el mismo podría causar de tomarlo en serio (tal como hizo el juez)— es una invitación a sopesar la diferencia entre actos particulares de violencia a manos de sujetos individuales y la violencia sistémica del Estado. Sobre este particular, Zizek arguye:
“One should learn to step back, to disentangle oneself from the fascinating lure of this directly visible ‘subjective’violence—violence performed by a clearly identifiable agent. We need to perceive the contours of the background which generates such outbursts. A step back enables us to identify a violence that sustains our very efforts to fight violence and to promote tolerance: the ‘objective’violence inscribed into the smooth functioning of our economic and political systems. The catch is that subjective and objective violence cannot be perceived from the same standpoint: subjective violence is experienced as such against the background of a non-violent zero-level of ‘civility’. It is seen as a perturbation of the normal, peaceful state of things. However, objective violence is precisely the violence inherent in this ‘normal’ state of things.”[10]
Desde Zizek, entonces, argumentaría que resulta útil y necesario visualizar al emisor condenado a cárcel federal como un prisionero político dentro del marco de un orden político y social en Puerto Rico que censura y castiga a todo aquel que intente abordar la desigualdad social como un problema público y cuya solución requiere cambios radicales al orden imperante. De ahí que el gobernador, recientemente sentenciara: “Puerto Rico está para propuestas. Y no para protestas.”[11] Claro, procede preguntar: ¿acaso este tweet cuyo registro discursivo nos remite al bajo mundo y a los protagonistas de la violencia callejera constituye una protesta? ¿Podríamos argumentar de forma seria que ha quedado cifrado en el texto algún reclamo al poder ejecutivo producto de una frustración válida, reconocible del emisor? ¿Es el tweet indicativo de algo más allá de la crisis de valores y del fin trágico que le espera a miles de nuestros jóvenes ligados a o inspirados por el mundo criminal que continúa cobrando sus vidas a niveles alarmantes? Sobre este particular, Carlos Pabón propone:
“El asesinato de miles de jóvenes —sobre 15,000— constituye una guerra social (in)visible, que opera como una “limpieza social” de sectores socialmente excluidos o “desechables” en el país. Se trata de una suerte de un nuevo tipo de conflicto social, de una suerte de auto-purga social, que produce cadáveres indiferenciados, cuerpos de personas cuyos nombres no conocemos o recordamos, cuerpos de una población excedente que se asume con demasiada frecuencia como una excrecencia social”.[12]
Para Pabón, la violencia ligada el narcotráfico debe ser abordada como un problema político, no como un mero issue de seguridad—abordaje que, según él, ha acrecentado los niveles de exclusión y desigualdad en Puerto Rico a través de los ámbitos de la educación, el trabajo, la salud, y la vivienda, entre otros. Ante este panorama, yo leo el tweet una y otra vez y siento que leo las palabras de un sujeto que tiene más probabilidades de matar y/o morir violentamente por una cuestión de drogas, que de irrumpir en el espacio público y obtener una audiencia. Leo sus palabras una y otra vez, y luego de intentar despacharlas como un simple desahogo, intento abordarlas con seriedad y urgencia, como una expresión dirigida, consciente, emitida desde algún rincón del bajo mundo a nuestro centro de gobierno. Y me perturba, por supuesto, la idea de que la violencia callejera continúe desbordándose de sus límites. Pero, siguiendo a Pabón, esa preocupación, sin más, me haría cómplice de lo que en esencia es una política pública dirigida hacia la invisibilización y desaparición de un sector—joven, varón, predominantemente negro y pobre—de nuestra población. Quien habla entonces es un sujeto atravesado por efectos de raza, clase y género que lo marcan como sujeto y objeto de una violencia que el estado permite en tanto no está dispuesto a abordarla como un resultado directo del sistema social. Lo cierto es que durante las últimas tres décadas en Puerto Rico se ha atendido el problema de violencia desde la perspectiva exclusiva de la seguridad y la privatización. Quienes cuentan con los recursos suficientes viven en urbanizaciones y complejos de vivienda con control de acceso, matriculan a sus hijos en colegios privados, equipan sus residencia con sistemas se seguridad y vigilancia, frecuentan los costosos e inaccesibles centros de comercio cada vez más lejos de centros urbanos. Quienes no cuentan con esos recursos, quedan sujetos al patrullaje policial intenso en sus barriadas y residenciales públicos, a la ineficiencia del sistema de educación pública y a la creciente ola de encarcelamiento en un estado cada vez más punitivo.
Entonces vuelvo a leer, y me propongo acoger la expresión como una protesta política y pregunto ¿cómo exactamente debo esperar que estos jóvenes articulen sus reclamos, sino a través de los códigos discursivos que manejan en su cotidianidad, con toda su crudeza? Exigirle otro registro discursivo es insistir en su invisibilidad. Visto así, por supuesto que el tweet debe ofender, porque la violencia objetiva a la que apunta es en extremo ofensiva. Desde Pabón, quien habla aquí no supone tener voz; supone morir o caer preso antes de los treinta años. Quien habla no tiene representantes autorizados, ni tiene audiencia. O más bien, su única audiencia fue en corte abierta. Y, sabemos, la corte es uno de los lugares más riesgosos desde donde articular una protesta.
iii. [13]
El 6 de enero del 2013, dentro del marco de la Tradicional Fiesta del Día de Reyes, ofrecida por el gobernador y la primera dama, una joven madre fue entrevistada para la televisión. La mujer, a preguntas de la reportera, se mostró inconforme con la actividad, en particular con el obsequio que recibió su hija—una bola de baloncesto. Se refirió a la misma como un “trapo de bola”[14] y lamentó haber traído a la menor, quien estaba enferma. La entrevista que culminaba un reportaje especial de la estación, donde se recogían las expresiones de agradecimiento y las apreciaciones positivas de varios de los asistentes, obtuvo gran difusión en las redes sociales. Analistas políticos, académicos y funcionarios públicos comentaron la intervención de la mujer, calificándola como lamentable, vergonzosa. Ella, a su vez, fue tildada de malagradecida y mala madre—culpable de haber llevado a su hija enferma a buscar un regalo gratis, y culpable también de su aparente incapacidad para inculcar en la pequeña los valores correctos. De hecho, por espacio de meses, la mujer fue la “poster child” de lo que para muchos resulta ser hoy el principal problema social en la isla: la dependencia de ayudas gubernamentales. Si nos fuéramos a dejar llevar por la prensa y por los comentaristas en los sitios de noticias web, la crisis social y económica que enfrenta el país se debe en gran medida a una población excedente que vive de dádivas y del trabajo y esfuerzo de los demás; que no aporta nada al país, en tiempos en que el país necesita de las aportaciones y el trabajo de todos y todas para salir de la crisis. De ahí que los comentarios de la mujer fueran recibidos como desafortunadas y despreciables quejas de la boca de una “buscona”. No obstante, otra lectura es posible. Pero antes es necesario volver atrás.
La Tradicional Fiesta de Reyes ofrecida por el gobernador y la primera dama se distingue principalmente por la entrega de regalos. Desde el amanecer, familias enteras esperan en fila largas horas para que sus hijos e hijas obtengan algún obsequio de manos del gobernador y su equipo de trabajo. En el pasado, esta actividad ha servido como una manera en extremo efectiva para ganar el favor del electorado mediante la entrega de juguetes electrónicos y computadoras, por ejemplo. También ha sido escenario de discordias, principalmente debido al largo rato que las personas han tenido que esperar, las condiciones bajo las cuales permanecen en espera, y/o por las cantidades insuficientes de los regalos prometidos. Para algunos, la actividad es representativa de una cultura de mantengo gubernamental, mediante la cual el estado satisface una vez más las necesidades y caprichos de personas—provenientes de los sectores más desaventajados—que no hacen nada por ellas mismas ni por otras. Ante esta situación, el gobernador de turno había anunciado que el propósito principal de su celebración del Día de Reyes sería la unión familiar, el fomento de valores morales y el desarrollo integral de nuestros niños. De ahí que los juguetes a ser obsequiados serían exclusivamente de índole educativo y/o deportivo, y de bajo costo. Adicionalmente, la entrega de regalos cobraría la forma de un intercambio: los niños asistentes tendrían que hacer un dibujo de los reyes para obtener su obsequio. Esto con el propósito de fomentar en ellos una ética de trabajo y una cultura del mérito. No es sorpresa, entonces, que la reacción de la joven madre, desde la perspectiva de nuestros funcionarios públicos y otros, pusiera en evidencia la urgente necesidad de educar e inculcar valores entre nuestras clases más bajas. Su queja pues terminó dándole la razón al gobernador, en tanto las expresiones de la mujer ante las cámaras simplemente sacaron a relucir la deficiencia de integridad y la falta de fibra moral que caracterizaban su vida domestica privada. De esta forma, el trapo de bola se convirtió en la metáfora para una cotidianidad al garete, vivida malamente en miles de hogares a lo largo y ancho de la Isla. Es decir, la crítica lanzada por la mujer a la actividad fue redirigida, transformada al momento mismo de su enunciación en una alegación de culpabilidad. No era un trapo de bola, sino un trapo de madre con un trapo de vida, ofreciéndole a su hija un trapo de crianza, y qué rayos se cree el trapo de mujer esa para venir ahora y quejarse. De esta forma su expresión se convirtió en la razón principalísima para no reconocerle derecho alguno a hablar.
Dice Rancière: “If there is someone you do not wish to recognize as a political being, you begin by not seeing him as the bearer of signs of politicity, by not understanding what he says, by not hearing what issues from his mouth as discourse.”[15] En este caso, esperar en fila para obtener un regalo de navidad—que suponía ella comprar—con su hija enferma—que suponía ella cuidar— alegadamente la desautorizó como actor político que interesaba manifestar su oposición al gobierno a raíz de su participación en dicha actividad. Asumir esto como correcto implicaría que sólo aquellos y aquellas que no sufren de la necesidad económica necesaria para estar ahí podían articular su disgusto, desde la comodidad del afuera. Es decir, que protestar—ser reconocido como un actor político—también sería un privilegio en Puerto Rico. Ciertamente no estoy de acuerdo con esa visión y por tanto, propongo considerar las expresiones de la mujer como lo que Zizek llama “la condensación metafórica de una demanda”[16] donde el trapo de bola representa no la falta de valores de la hablante, sino un emplazamiento al gobierno por el trato condescendiente que le ofrece a los sectores más desaventajados de la población. Por hacer de una fiesta navideña una lección de moralidad dirigida a un grupo de personas que quizá no tienen otro remedio que asistir a ella, en tanto y en cuanto interesan obtener un juguete para sus niños. Y que evidentemente al tomar la palabra no pueden más que fingir agradecimiento por la lección brindada. En ese sentido, la Fiesta de Reyes resultó en una perfecta lección en estrategias de coerción.
Ante este escenario, nuestra responsabilidad como espectadores críticos consiste en acoger las expresiones de la mujer según estaban intencionadas. Esto es, como una crítica al gobierno. Y jugar creativamente, críticamente con la metáfora empleada por ella en toda su especificidad. Esto requiere, primero, situar a la joven madre dentro un contexto socio-político donde la vida de mujeres está en riesgo. Actualmente en Puerto Rico, las mujeres representan una mayoría de la población bajo niveles de pobreza. Enfrentan niveles alarmantes de violencia de género, acoso y agresión sexual. Adicionalmente, en el imaginario colectivo, una de las razones principales por la difícil situación económica y social que enfrenta el país es la supuesta crisis de la mujer puertorriqueña (en singular) que no sabe ni controlar su sexualidad, ni criar correctamente a sus niños, en hogares marcados por la supuesta ausencia del padre. A esto se le añade una renuencia tanto del poder ejecutivo como del judicial de promover la equidad entre hombres y mujeres mediante decisiones de política pública y de política jurídica con perspectiva de género. Tomando esto en consideración, esta joven madre hablaba (“se quejaba”) desde la vulnerabilidad extrema de una mujer que ante todo, era culpable de haber tomado las decisiones (malas todas) que la llevaron a hacer esa fila en ese día. Y si estaba ahí era porque merecía recibir cualquier cosa que el gobernador estuviera dispuesto a dar. De hecho, ni eso.
¿Se trataba pues de un trapo de bola? Diría que depende de la bola. Y de qué se puede jugar con ella. Y cuántos son. Y si hace falta guante o raqueta o líneas en la tierra o mallas en los canastos o un set de palos. Depende de cómo se coge y a dónde se tira. Depende de si tienes quién te enseñe a jugar. O si tienes donde jugar cerca y más o menos seguro. Depende de la bola. De si basta con tirarla contra la pared. De si puedes o no pasar horas viéndola picar y rodar. De si tienes quién te mire y te practique y la pique y la ruede contigo, más rápido, con mayor gracia y dominio. Depende de si la puedes agarrar con una mano o con dos. Si necesitas membresía a un club para jugar o si el punto se trasladó a la cancha y los canastos hasta nuevo aviso permanecerán cerrados. Depende de quién te la tire y cómo y para qué. De si la bola supone ser un pasatiempo en tu vida o tu vida. Depende de la bola. Y si un poco la bola, vista de cierta forma, te recuerda al globo terráqueo y sientes que sujetarla es sujetar el mundo con una mano o con dos. Depende de si en el salón hay suficientes globos del mundo para darle vuelta y vuelta y pensar el mundo tan accesible como salir y agarrar un balón. Depende de con qué manos. Depende de si sabes de las manos de los grandes que alguna vez sujetaron esa misma bola y la lanzaron o la encestaron o la sacaron del parque. De cómo llegaron a darle la vuelta al mundo con la bola debajo del brazo. Depende de si tuviste alguien que tuvo el tiempo y el amor y el conocimiento para hacerte las historias de los grandes y te hizo sentir que tú con la bola debajo del brazo eras lo más grande en el mundo. Depende de la bola y de las circunstancias en que llega a tus manos. De manos de quién por ejemplo. En ocasión de qué por ejemplo. Siendo tú quién ante los ojos del mundo. Siendo el mundo qué cosa exactamente en los ojos de quien te obsequia la bola. Depende de lo que la bola significa como regalo para un nene como tú en el mundo. Depende de qué representa la bola como regalo en tus manos. De cuánto vale. De si la bola vale más que tú.
iv.
Y tú eres una ignorante, lee un maldito periódico. ¿Quiénes pagan la reforma de la salud de este país? Yo con mis taxes. ¿Tú pagas taxes? Ah, pues, nosotros somos los que pagamos la reforma…“¡Maldita sea! Yo me ‘escocoto’ en el Recinto de Ciencias Médicas para venir aquí a bregar con ustedes…Por eso es que este país es una porquería. Coge un maldito libro ignorante.[17]
Estas expresiones le pertenecen a una doctora recién separada de sus funciones en el Hospital Regional de Bayamón. Las mismas salieron a la luz pública luego de que una paciente grabara con su teléfono celular una diatriba de la galena contra un grupo de pacientes en la sala de espera del hospital, ocurrido en agosto de este año. El vídeo, como el del trapo de bola, ha sido diseminado y comentado hasta la saciedad por individuos particulares, noticieros y funcionarios de gobierno. La doctora quien fue sancionada de inmediato por la Secretaria de Salud, debido a lo que ésta determinó fue un trato discriminatorio hacia los y las pacientes que suponía atender, ha gozado, no obstante, del apoyo de amplios segmentos de la población que aparentan identificarse con ella. Para muchos, la galena—una mujer blanca, miembro de ese grupo altamente cotizado de puertorriqueños y puertorriqueñas profesionales que actualmente migran del país en grandes números—simplemente expresó una frustración colectiva hacia esa masa vaga, indecente y problemática del país, que no sabe apreciar la ayuda y el servicio que personas como ella le brindan. Lo que dijo la doctora, entonces, lejos de ser percibido como discriminatorio o reprochable, fue una dosis de “medicina amarga” tanto para sus interlocutores en la sala de espera como para el gobierno, que mediante dádivas fomenta y premia la indecencia y dependencia extrema de estos sectores.
Esta identificación con la doctora y el apoyo demostrado por medio de foros en línea, sondeos y entrevistas para radio y televisión, tiene su contraparte en el odio vertido no sólo hacia las pacientes con quien la doctora discutió (quienes no aparecen en el vídeo), sino que hacia la mujer que grabó y difundió el mismo. Ésta, previo a que fuera identificada por la prensa y concediera entrevistas para la televisión, ya había sido descrita como una mujer negra, pobre y “cafre”, quien seguro también estaba ahí como beneficiara del plan médico que ofrece el estado y que según la doctora, ella ayuda a costear mediante el pago de impuestos. De ahí que, para muchos, lo verdaderamente ofensivo y lesivo a los derechos de las personas envueltas fuera el acto de grabar, ya que sirvió para perjudicar a una mujer profesional y “fajona” que tuvo un mal día y dijo la verdad de forma cruda ciertamente y quizás hasta lamentable; pero no por ello, dejaba de ser verdad.
De esta forma, entiendo, se perdió de vista el gesto políticamente esperanzador de la mujer que grabó. Esto es, delatar una manifestación clara de los patrones de prejuicio, discriminación y exclusión por razón de raza y clase social que activamente empobrecen la vida de miles de personas en el País. Este acto transgresor, sin embargo, no fue acogido por ningún grupo u organización política. La autora del mismo no obtuvo defensa contundente alguna. De hecho, todo lo contrario aconteció—los medios se limitaron a hacer públicos ciertos detalles acerca de su vida privada y su situación económica, que sirvieron para confirmar las sospechas y satisfacer los prejuicios de los y las comentaristas; quienes, a través de los distintos foros, solicitaron algún tipo de sanción penal para ella. Esta reacción visceral, hiperbólica, multiplica el carácter políticamente radical del gesto puesto que pone en evidencia no sólo el grave problema de exclusión por raza, clase y género en Puerto Rico, sino que deja claro que el problema de la oposición política en el País no se remonta a una falta de activismo sino a una carencia crasa de un contexto de recepción e interpretación crítica progresista que recoja, desde la solidaridad, las protestas que sí toman lugar en el País. Actos que más allá de responder a una decisión particular del gobierno de turno en materia de convenios colectivos, por ejemplo, arroja luz a la desigualdad estructural y la violencia sistémica en Puerto Rico y que fuerza al público espectador a lidiar con hablantes y actores que por razón de su raza, clase y/o género no suponen tener ninguna agencia política.
Estos sujetos, entonces, cuando irrumpen en el espacio público se propasan desde el inicio—la mujer que no debió haber grabado, el hombre que no supo expresar sus frustraciones, la madre que no sabe aceptar dádivas. Son aguafiestas, un excedente incivilizado de la población cuyo único lugar en el imaginario es el de ser una carga y chivo expiatorio para la diversidad de males sociales que nos acechan. Por ende, como manifestantes, ocupan los lugares más precarios en nuestro entorno. No son estudiantes ni empleados públicos ni obreros (todas categorías que connotan un valor de producción)—son hombres que suponen morir en la calle o en prisión y las mujeres que o los crían o tienen hijos con ellos. De ahí que sus intervenciones pasen desapercibidas como protestas, sus reclamos resulten incomprensibles y reciban el reproche colectivo, el castigo o la amenaza de sanción penal como respuesta. Se trata entonces de los y las manifestantes más peligrosas en el país: aquellos actores particulares, que no teniendo otra alternativa y desde la vulnerabilidad extrema—en el sentido de que no pueden darse el lujo de no hacer la fila para un regalo, de no tomar asiento en esa sala de espera—con la más mínima acción interrumpen nuestra cotidianidad; nos aguan la fiesta ideológica, si se quiere, de pensar felizmente que la desigualdad social es un asunto personal. Lo hacen a la mala, desde la diversidad de espacios—siempre los menos indicados—sin organización ni comité ni consignas, halando por los pelos esa cosa emplumada, en forma de protesta.
Footnotes
- Emily Dickinson, “Hope is the thing with feathers”, The Poetry Foundation, disponible en: http://www.poetryfoundation.org/poem/171619
- Slavoj Zizek, First as Tragedy, then as Farce, 109 (Verso Books, 2009)
- Jacques Rancière, Hatred of Democracy, 86 (Verso Books, 2009)
- Bernat Tort, Tetas y Terror, Ochenta grados, 30 de abril de 2012. Disponible en: http://www.80grados.net/tetas-y-terror/
- Carlos Pabón, Polémicas: política, intelectuales, violencia, 152 (Ediciones Callejón, 2014)
- Rancière, supra P. 39
- Para mayor información, ver: http://www.primerahora.com/noticias/policiatribunales/nota/acusadodeamenazaralgobernadorportwittersedeclararaculpable-944417/
- Guillermo Rebollo-Gil, Bajo Amenaza, ochenta grados, 17 de enero de 2014, disponible en: http://www.80grados.net/bajo-amenaza/
- Para un análisis histórico de este tema, favor ver: Marcia Rivera, Hacia la Superación de la Pbreza, ochenta grados, 18 de octubre de 2013, disponible en: http://www.80grados.net/un-nuevo-pacto-social-para-la-superacion-de-la-pobreza-y-la-desigualdad/
- Slavoj Zizek, Foreword: The Dark Matter of Violence, Or, Putting Terror in Perspective en Sophie Wahnich In Defence of the Terror: Liberty or Death in the french revolution, xv (Verso Books, 2012)
- Julio Rivera Saniel, Gobernador Reacciona a las Amenazas de Huelga, wapatv, 7 de enero de 2014, disponible en: http://www.wapa.tv/noticias/politica/gobernador-reacciona-a-las-amenazas-de huelga_20131122234379.html
- Pabón, supra. P. 196
- Esta sección incluye una versión revisada y traducida de Guillermo Rebollo-Gil, Vulnerability and the Protestor Desired, critical legal thinking, 17 de octubre de 2013, disponible en: http://criticallegalthinking.com/2013/10/17/vulnerability-protestor-desired/
- Para mayor información, ver: http://puertorico.univision.com/felicesfiestas/videos/video/2013-01-06/satisfechos-dia-reyes
- Jacques Rancière, Dissensus: On Politics and Aesthetics, 38 (Bloomsbury, 2013)
- [Mi traducción] Slavoj Zizek, A Leftist Plea for Eurocentrism, critical inquiry 24, 4, p. 990
- Natalie Falero Vázquez Suspenden a doctora del Hospital Regional de Bayamón tras Insultar Pacientes, Primera Hora, 18 de agosto de 2014, disponible en: http://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/nota/suspendenadoctoradelhospitalregionaldebayamontrasinsultarpacientes-1029631/