¿Qué ocurre cuando una novela da que hablar antes de su publicación? ¿Qué ocurre cuando se la conoce sólo por uno de los temas que aborda? Sin duda, la última novela del premiado escritor francés Michel Houellebecq era acusada de atentar contra los musulmanes, de ser una novela anti-islam, antes de que los lectores lo dijeran[1]. Esta novela es un claro ejemplo de cómo el texto literario ha sido fagocitado por el contexto social y político; un contexto social y político secuestrado en Francia, y me atrevería a decir, en toda Europa por los últimos atentados contra la revista Charlie-Hebdo. Revistas literarias y suplementos en los principales diario, entre otros, se han hecho eco de la defensa literaria a ultranza del texto o de la condena del mismo texto literario calificándolo de islamófobo por alentar los perversos deseos de una parte de la sociedad europea que pretende hacer de la religión musulmana y de sus correligionarios, la amenaza que conduzca a Europa en la oscuridad. ¿Por qué no han tachado la novela de blasfema, de machista, de conservadora y patriarcal? ¿Por qué nadie habla de que se trata de una ensoñación literaria y sexual?
Michel Houellebecq crea una “ficción política” en un contexto anti-musulmán que ya estaba lo suficientemente inscrito en el imaginario social y político de la Francia actual[2]. Nos encontramos ante una ficción, calificada por el propio autor como “ficción política” pero cabría preguntarse en qué condiciones el texto de un premio Goncourt puede escapar al efecto mediático, reductor y tramposo respecto a la comunidad musulmana. ¿Cómo puede la literatura escapar al contexto social, político e identitario del momento actual? Un escritor –lo quiera o no- detenta una auctoritas y su “ficción política”, como tantos otros discursos en campos diferentes, hace del Islam el “problema” de Francia y el desafío de nuestra civilización. Para contrarrestar esta profusión de estereotipos y clichés negativos, ¿es suficiente la crítica, la descalificación –que ésta dependerá de la ideología que compartamos? Ni Houellebecq es el causante de los fantasmas y miedos de buena parte de la sociedad francesa, ni ha escrito un artículo periodístico ni tampoco ha dictado orden ministerial alguna. Su discurso se sitúa en la “esfera estética” (Butler) y cuenta con la protección que le concede la propia ficción. Por tanto, siguiendo los postulados de la filósofa, defiendo la controversia que el texto suscita y abogo por “resignificarlo” a la luz de perspectivas críticas diferentes. Pretendo confrontar el texto a sus propios fantasmas: la época decadente de Huysmans y el deseo de transponerla a la época actual; y por otro lado, las fantasías sexuales de un héroe solitario y morboso que se encuentran saciadas en una particular visión de la mujer en el contexto también particular –y a veces irreal- de un Islam ficción.
Si el discurso se define por su contexto social, esta novela no hubiese tenido la misma repercusión –a nivel internacional al menos-, de no haberse perpetrado los atentados contra la revista Charlie-Hebdo; y si el discurso se define igualmente, como señala Judith Butler, por su capacidad de romper con el contexto, el análisis que reflejo a continuación pretende desviar el foco de atención mediático y demostrar que estamos ante un discurso estético que podría ser calificado de islamófobo, irreverente o simplemente machista y patriarcal (este calificativo no lo he encontrado mencionado en la pléyade de artículos y reseñas que sobre la novela se han publicado en multitud de medios).
SINOPSIS
La novela pone en escena a François, un profesor de Universidad algo desmotivado con su profesión. Con 44 años, soltero, mantiene una relación sentimental –más bien sexual- con Myriam, judía y menor que él. El contexto antisemita que vive un París de 2022 a las puertas de un cambio político radical, la llevan a volverse a Israel con sus padres. François, especialista en Huysmans, nos retrata cómo se gesta ese cambio político. Una gran coalición unida frente a un FN que ha pasado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, permite que el partido Fraternité Musulmane gobierne Francia, resucitando como primer ministro a un decadente François Bayrou. Los despidos –en modo de generosas prejubilaciones- se suceden en la nueva Université islamique Sorbonne- Nouvelle. Las alumnas van todas ataviadas con su pertinente burqa o velo y los profesores se convierten repentinamente al Islam y exhiben esposas menores de edad. Rédiger, rector de esta nueva Universidad, un belga convertido al Islam, autor de un pequeño manual sobre el Islam, será el encargado de “fichar” a François, previa conversión eso sí, al Islam.
Lo que pretendo señalar es que Soumission no es una novela islámofoba –a pesar de ofrecer una visión sesgada y muy particular del islam que más adelante veremos-, en el sentido que apunta Butler, en el que todo discurso –un texto literario lo es- es reiterativo de su contexto. Las infamias, los discursos racistas se repiten de múltiples formas y nada puede impedir su reiteración. En este sentido, Houellebecq no inventa nada que no se encuentre en el discurso político francés, en los medios de comunicación, que no esté en el debate social en Francia y en Europa. En segundo lugar, a pesar de que el propio autor y algunos críticos han definido la novela dentro del género de “ficción política”, el texto tiene más de ficción que de análisis político, por mucho que los nombres propios, la puesta en escena, o algunos datos pretendan dar una apariencia de realidad.
Una fantasmagoría literaria: François, alter ego de Huysmans.
La novela pone en escena a un protagonista, François, 44 años, soltero, profesor de Literatura en la Universidad Sorbonne-Nouvelle, autor de una tesis sobre Huysmans. Desde el principio, el paralelismo con el autor objeto de su tesis es evidente. François comparte características decadentes; sentimentalmente solo en la vida, se encuentra en permanente búsqueda de sí mismo. Su soledad le duele, y aunque mantiene una esporádica relación con Myriam, judía y menor que él, ella termina volviéndose a Israel junto a su familia por el antisemitismo que impera y que amenaza a la comunidad judía de Francia. De nuevo soltero, se siente incapaz de entablar una relación de pareja y termina consumiendo sexo con prostitutas. Muchas son pues, las similitudes que encontramos entre los dos personajes. Ambos andan buscando a una mujer desde la juventud; François, recorre cada uno de los lugares que visitó Huysmans (Abbaye de Ligugé) y, finalmente, ambos terminan su existencia convertidos a la religión, Huysmans se convertirá al cristianismo y François terminará convertido al islam. La novela traza así un recorrido paralelo entre el protagonista de la novela y el objeto de su investigación. Con una clara intención de acentuar el decadentismo de nuestra época actual –y el futuro sombrío que promete-, Houellebecq hace coincidir el decadentismo de Huysmans con el de su protagonista, un hombre que ve cercano su ocaso intelectual, sin perspectivas de iniciar una vida en común, solitario y desencantado:
“… à ma grande surprise, il y avait une lettre dans ma boîte. Je jetai un regard dégoûté à mon salon, incapable d’échapper à cette évidence que je n’éprouvais aucun plaisir particulier à l’idée de rentrer chez moi, dans cet appartement où personne ne s’aimait, et que personne n’aimait. Je me servis un grand verre de calvados avant d’ouvrir la lettre”. (Houellebecq 2015: 228)[3]
El paralelismo temporal se pone intencionadamente de manifiesto para hacer converger las dos épocas que viven el protagonista y su autor preferido. En una conversación con Rédiger, el rector de la Universidad, ya convertido al Islam, con una brillante carrera política por delante y casado con dos esposas, ambos recrean las similitudes entre la decadencia de finales del siglo XIX y la época actual. François, se deja convencer por los razonamientos de su colega y se pregunta a sí mismo: “Comment ne pas adhérer à l’idée de la décadence de l’Europe ? (257). La contestación a su pregunta se encuentra en el imaginario de una gran parte del electorado de centro-derecha francés: un fuerte deseo de sentimiento religioso invade la sociedad, un rechazo del ateísmo y del humanismo, la reivindicación del sometimiento de las mujeres y una vuelta al patriarcado, son algunas de las respuestas. Todo ello debe hacerse forzosamente con el sometimiento de las élites –la élite política y universitaria- quienes permitirán afianzar los tópicos conservadores de una sociedad que ya no confía en la religión católica como garante de los valores morales (matrimonio heterosexual, procreación, patriarcado, sumisión de la mujer al hombre,…). En este contexto de perdición, como el que vivió la antigua Roma, el rearme moral y familiar de Europa sólo queda representado por una nueva era, con poblaciones inmigrantes musulmanas en su mayor parte (275-276).
Más que ficción política, asistimos a una ficción decadente en la que la ensoñación, la simbología y todo el contexto son fantasmagóricos. El paralelismo entre François y Huysmans es particularmente significativo puesto que al final de la novela, en el proceso de acercamiento y posterior conversión al Islam, François acaba el prefacio para las obras completas de Huysmans que le publicará la prestigiosa editorial La Pléiade:
“Je rentrai doucement à pied, comme un petit Vieux, prenant progressivement conscience que, cette fois, c’était vraiment la fin de ma vie intellectuelle; et que c’était aussi la fin de ma longue, très longue relation avec Joris-Karl Huysmans. (283)
El morbo del Islam (Mujer, Poder y Sexo)
Desde las primeras páginas, el protagonista François muestra un tono despectivo hacia los Gender Studies, elucubrando sobre la vida sexual de la entonces rectora de la Universidad de París III, especialista en esta disciplina:
“Chantal Delouze, présidente de l’Université de Paris III-Sorbonne, me paraissait une lesbienne 100% brut de béton, mais je pouvais me tromper, peut-être éprouvait-elle une rancune envers les hommes, s’exprimant par des fantasmes dominateurs, peut-être le fait de contraindre le gentil Steve, à s’agenouiller entre ses cuisses trapues, lui procurait-il des extases d’un genre Nouveau”. (29)
En otro momento, en un encuentro con su colega Lempereur, nuestro protagonista se pregunta por la vida sentimental de éste, haciendo una reflexión general sobre las mujeres:
“Je me demandais s’il avait une compagne, ou une petite amie quelconque; probablement, oui. C’était une sorte d’éminence grise, de leader politique dans un mouvement plus ou moins clandestin; il y a des filles qui sont attirées par ça, la chose est reconnue. Il y a aussi des filles qui sont attirées par les spécialistes de Huysmans, à vrai dire. J’avais même parlé une fois à une fille jeune, jolie, attirante, qui fantasmait sur Jean-François Copé; il m’avait fallu plusieurs jours pour m’en remettre. On rencontre vraiment n’importe quoi, de nos jours, chez les filles”. (89)
El personaje de François se nos presenta como un “consumidor” de sexo porque sus encuentros con Myriam son esencialmente sexuales –incluido algún que otro fragmento que pudiera pertenecer a la literatura erótica-, pero siempre desde el punto de vista masculino. Es significativa la loa que le brinda a su órgano sexual –de género femenino en francés- como si de su mejor amiga se tratara:
“Modeste mais robuste, elle m’avait toujours fidèlement servi –enfin c’était peut-être moi, au contraire, qui étais à son service, l’idée pouvait se souvenir, mais alors sa férule était bien douce: elle ne me donnait jamais d’ordres, elle m’incitait parfois, humblement, sans acrimonie et sans colère, à me mêler davantage à la vie sociale”. (99)
Tras la marcha de Myriam a Israel, François recurre casi de forma sistemática a la prostitución, única forma de combatir su angustia sexual que parece ir acorde con la situación política que invade el país. Durante buena parte de la novela, el análisis que los protagonistas –mayoritariamente masculinos- hacen de las mujeres, es bastante simplificador, considerándolas casi exclusivamente como cuerpos sexuados, tanto en lo que se refiere a las mujeres musulmanas como a las occidentales. Muchos momentos ofrecen meros análisis sexuales de ellas:
“Vêtues pendant la journée d’impénétrables burqas noires, les riches saoudiennes se transformaient le soir en oiseaux de paradis, se paraient de guêpières, de soutiens-gorge ajourés, de strings ornés de dentelles multicolores et de pierreries; exactement l’inverse des Occidentales, classe et sexy pendant la tournée parce que leur statut social était en jeu, qui s’affaissaient le soir en rentrant chez elles, abdiquant avec épuisement toute perspective de séduction, revêtant des tenues décontractées et informes”. (91)
Con el cambio de gobierno que se presenta gracias a una coalición de varios partidos contra el FN, lo primero y más destacado que resalta nuestro protagonista es la mirada masculina sobre el cuerpo de las mujeres. Una mirada androcéntrica y sexuada detecta que las mujeres sólo llevan pantalones con blusas largas, que las faldas han desaparecido, anulando así la mirada excitante que involuntariamente y “por genética”[4] le provocan a François culos y coños desdibujados por unos pantalones al final de unas piernas largas. (177)
Sólo en la página 226, se nos habla de las mujeres musulmanas –no de las prostitutas-, destacando su capacidad de despertar el deseo sexual de los hombres aunque se las considere unas eternas menores de edad: “En régime islamique, les femmes –enfin, celles qui étaient suffisamment jolies pour éveiller le désir d’un époux riche- avaient au fond la possibilité de rester enfants pratiquement toute leur vie.” (227). Asistimos así a un Islam que estigmatiza a las mujeres musulmanas. La nueva Universidad islámica de la Sorbona se llena de burkas y la conversión al Islam de muchos de sus ancianos docentes, les permite casarse con jóvenes incluso menores de edad. Un Islam desfigurado y machista aparece como el suministrador de jóvenes vírgenes a los decrépitos profesores de Universidad. Las mujeres no tienen presencia pública aunque asisten a clase pero la mirada masculina y occidental que la novela les presta es reductora y sexuada. Llama la atención el morbo que le produce alguna prostituta musulmana que frecuenta François. El morbo que supone su origen musulmán acentúa el placer de un protagonista inmerso en un ennui existencial que tiene sus consecuencias en una constante apatía sexual: “…je me décidai pour Nadiabeurette; ça m’excitait assez, compte tenu des circonstances politiques globales, de choisir une musulmane” (185).
La cita de Khomeini que encabeza el último capítulo de la novela, nos introduce de lleno en la falsa imagen de la religión musulmana reducida a su vertiente política, y a la amalgama a la que quieren reducir y homogeneizar a la población musulmana de Francia. En las páginas que siguen, las mujeres son la eternas jóvenes y bonitas acompañantes de hombres de negocios o de profesores. François se detiene especialmente en las dos esposas de Rédiger, su primera mujer Malika y la segunda, una joven de quince años. Rédiger es el flamante rector de la Universidad islámica París-Sorbona, de origen belga, autor de una tesis sobre el matemático Guénon[5] y Nietzsche, casado con dos mujeres y que quiere incorporar a François al cuerpo docente siempre y cuando éste se convierta al Islam.
El Rector de la recién estrenada Universidad islámica es quien nos da la clave del título de la novela y una definición del Islam que podría ser –lo es- blasfematoria: el súmmum de la felicidad humana radica en la sumisión y para él hay una relación directa entre la sumisión de la mujer al hombre, tal y como aparece descrita en la novela Historia de O, y la sumisión del hombre a Dios, tal y como la concibe el Islam (260)[6]. Este símil carnal del sentimiento religioso no es sólo irreverente, podría llegar a ser considerado por quienes profesan la religión musulmana como un acto blasfematorio.
Los continuos consejos que el protagonista recibe sobre las mujeres, reflejan su imagen frívola, señalándolas como seres fácilmente manejables y educables. Si bien se sienten atraídas por el aspecto físico, es fácil hacerles ver el lado seductor de la riqueza y más aún, el lado erótico de los profesores de universidad… Ello nos demuestra que, como dice Butler, el texto lleva inscrito el sexo del imaginario del autor. Para François, el Islam le aporta morbo y placer a su triste y aburrida existencia. El Islam viene a llenar un vacío existencial, moral y sexual en una vida de héroe solitario y decadente. El final de la novela deja relucir que, más que un hueco espiritual, el Islam viene a llenar con mujeres sumisas, la vida de François, algo así como lo que le supuso a su padre, su segunda pareja. Al morbo del Islam, se añade la erótica que supone la imagen distorsionada de una religión que mantiene en permanente estado inferior a la mujer y explota su imagen sexual que para el hombre tiene:
“Quelques mois plus tard il y aurait la reprise des tours, et bien entendu les étudiantes –jolies, violes, timides. (…) Chacune de ces filles, aussi jolie soit-elle, se sentirait heureuse et fière d’être choisie par moi, et honorée de partager ma couche. Elles seraient dignes d’être aimées; et je parviendrais, de mon côté, à les aimer.
(…)
Un peu comme cela s’est produit, quelques années auparavant, pour mon père, une nouvelle chance s’offrirait à moi; et ce serait la chance d’une deuxième vie, sans grand rapport avec la précédente”. (299)
CONCLUSIÓN
Michel Houellebecq podría haber escrito otro texto sobre la cuestión musulmana en la que apareciese una Francia reinventada en su diversidad, en lugar de un país crispado por una identidad fantaseada y mortífera (Plenel 2015: 101)[7]; sin embargo, lo que ha escrito bajo una dudosa calificación de ficción política es un texto en el que sitúa frente al espejo a buena parte del electorado conservador francés. Houellebecq recrea una ensoñación literaria en la que el aspecto decadente y misógino irreal sobresale al más puro estilo dix-neuvièmiste. Siguiendo a Butler, dependiendo del contexto, de las lecturas y resignificaciones, el texto adquiere nuevos significados. Así, una lectura feminista ha permitido resistir a la literalización de la escena imaginaria de un Islam reducido y engañoso. Como bien apunta ella: “Lire tels textes contre eux-mêmes, c’est admettre la performativité du texte qui n’est pas soumise à un contrôle souverain” (2014:100). De esta manera, he querido mostrar que un mismo texto adquiere nuevos significados y que el discurso originariamente “hiriente” o incluso xenófobo, podría ser calificado de discurso patriarcal y machista sobre el que muchos lectores habrán pasado de puntillas. El contexto político de su publicación ha centrado el “daño” o el odio hacia lo musulmán, sin embargo, y consecuencia de él, pocas personas habrán leído el mismo texto bajo la perspectiva de género y habrán deducido que, en cuestión de mujeres, el Islam es a este siglo lo que la religión católica fue a los finales del siglo XIX. Un conservadurismo y una fuerte misoginia invadieron buena parte de la producción artística y literaria de finales del siglo XIX. La hipersexualización y la orientalización de la mujer se materializaron en el mito de la Mujer Fatal y en el personaje bíblico de Salomé del que Huysmans fue uno de los grandes abanderados junto a pintores como Moreau. Éste es, tal vez, el pacto del discurso estético: releerlo y dotarlo de nuevos significados, explotar la performatividad y la política.
Footnotes
- Esto ha ocurrido incluso en España, donde Michel Houellebecq es el escritor francés más leído.
- Cf. Edwy Plenel, Pour les musulmans. París, La Découverte 2015.
- Todas las citas se refieren a la misma edición, en lo sucesivo, sólo reflejaremos las páginas.
- El subrayado es nuestro.
- René Guénon (1886-1951), matemático y pensador francés, se convirtió del cristianismo al Islam.
- Rédiger curiosamente vive en París en la misma casa de Jean Paulhan (1884-1968), escritor francés y director de La Nouvelle Revue Française. Mantuvo una relación secreta con Dominique Aury (1907-1998), seudónimo de Anne Desclos, autora de la novela erótica Histoire D’O, que fue publicada en 1954.
- Llama la atención la noticia de esta misma semana, en la que la presidenta de la Comisión nacional consultiva de los Derechos Humanos describe una Francia cada vez más crispada debido a la inmigración y a la expresión de las religiones. http://www.liberation.fr/societe/2015/04/09/christine-lazerges-la-gauche-doit-etre-visible-sur-la-lutte-contre-le-racisme_1237623
Works Cited
BUTLER, Judith. Le pouvoir des mots. Discours de haine et politique du performatif. París, Édtions Amsterdam, 2004.
HOUELLEBECQ, Michel. Soumission.París, Flammarion, 2015.
PLENEL, Edwy. Pour les musulmans. París, La Découverte, 2015.